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Lunes, 28 Noviembre 2016 00:00

Fidel Castro: un humanista utópico encarnado

Mauricio Manzano*

En la madrugada del 26 de noviembre, los medios de comunicación, digitales e impresos, locales e internacionales amanecieron inundados. En varios noticieros se repetía el título: “FIDEL CASTRO HA FALLECIDO A SUS 90 AÑOS DE EDAD”. Una extraña sensación de paz mezclada con agrado me invadió. Recordé algunas cartas de Fidel Castro que llegaban, en medio de mucha más información por correspondencia, al Padre Fernando Cardenal, cuando viví en Nicaragua, siempre leía sus epístolas, me impresionaba la claridad y convicción de su argumentos e ideas. Inmediatamente comprendí que su muerte no era una tragedia, sino una Buena Noticia.

Es que la muerte se convierte en una Buena Noticia cuando se contempla en su totalidad y se descubre que en pocas personas no existe la doble moral. De Fidel se pueden decir muchas cosas, se puede estar de acuerdo o en desacuerdo con sus ideas y acciones, unos lo odian otros lo aman, es normal, pero lo que nunca se podrá negar es que fue un hombre tan libre y dueño de su propia vida, hombre de ideas claras, con convicciones sólidas, con una extraña valentía, propia de las personas que aman la vida, un humanista puro. Para Fidel, en el centro de sus ideas y acciones, estaba el ser humano.

Fidel fue un hombre que reverenciaba la razón puesta al servicio del desarrollo humano, creía en las ideas como motor del progreso y como instrumento poderoso de cambio, convencido en la fugacidad de la vida física y, a la vez, metido en razón en la eternidad de las ideas relacionadas con el pueblo. Así lo expresó en 1996: “Los hombres pasan, los pueblos quedan; los hombres pasan, las ideas quedan”. Cuando habla de pueblo se refiere al ser humano concreto en sociedad, rompe la egolatría, lo que trasciende es la persona en solidaridad y lo que consolida la humanidad es la protección humana, genial, sin más.

Fidel era un hombre utópico encarnado. Creía en la idea como instrumento de cambio, pero a la vez creía en la utopía como horizonte a seguir. Pero la utopía no la entendía como una doctrina halagüeña irrealizable, sino como un concepto operativo, como un proyecto solidario encarnado en el pueblo, no peca de ignorancia, ni cree en salidas fáciles. “No nos engañamos creyendo que en lo adelante todo será fácil; quizás en lo adelante todo sea más difícil”, pronunció en 1959.

Hay algo admirable en el pensamiento de Fidel, que seguro más adelante será causal de análisis. Para éste visionario, lo eterno es la solidaridad, la fidelidad, la honestidad con la historia, pero intuía que la adecuación real a los conceptos puede cambiar. Algunos se han preguntado qué quiso decir en el 2010 con esa famosa frase: “El modelo cubano ya no funciona ni siquiera para nosotros”.

Una primera aproximación teórica podría tener relación con la crisis de coincidencia, que consiste en contemplar la realidad y tratar de adecuarla a los conceptos. Es admirable, en primer lugar, porque es capaz de cuestionarse con libertad y honestidad. Y, segundo, porque deja ver la flexibilidad al cambio. Esta afirmación está en consonancia con el respetuoso pronunciamiento del 1988: “Hemos cometido errores y debemos rectificar a partir de nuestros errores”. Es grandioso cuando se llega a ciertas edades con la disponibilidad de reconocer equivocaciones, esa flexibilidad es un elemento de estabilidad de su pensamiento revolucionario, es un reconocimiento a lo único permanente, el movimiento.

Hay una pregunta que se exponía hace tiempo, ahora vuelve a flotar en los medios de comunicación: ¿qué pasará ahora en Cuba tras la muerte de Fidel? Lo más probable es que vayan encontrando nuevas formas de fortalecer y desarrollar el socialismo. Esta afirmación brota por tres razones:

Primero, más del 70% de la población ha nacido dentro del sistema cubano; aun con sus limitantes, la población no quiere regresar al modelo capitalista. Segundo, la revolución en Cuba es un paradigma que trasciende un modelo económico, político y social, es una cultura y parte de la identidad del pueblo, lo han sabido asimilar, aceptar y defender. Por último, han pasado crisis mayores que la muerte de su máximo líder; por ejemplo, la desintegración de la antigua URSS en 1989, cuando Fidel pronunció el profético discurso: “Si mañana o cualquier día (…) nos despertáramos con la noticia de que la URSS se desintegró, cosa que esperamos que no ocurra jamás, aun en esas circunstancias Cuba y la Revolución Cubana seguirían luchando y seguirían resistiendo”.

Hay mucha luz y exaltación en las ideas de este hombre, presencia que es eternidad. Si la muerte eterna es el estatismo absoluto, podemos decir con propiedad y convicción que Fidel no ha muerto, porque sus ideas y acciones seguirán siendo denigradas por sus detractores y, a la vez, seguirán siendo ejemplo de lucha, honestidad, convicción y valentía para las futuras generaciones. Si es así, no hay motivo de tristeza, su muerte es una Buena Noticia, motivación y ejemplo a seguir.

*Investigador y catedrático de la Universidad Luterana Salvadoreña

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